El Hospital Abandonado

LEYENDA DE TERROR: 
 EL HOSPITAL ABANDONADO

Historias de terror, el hospital abandonado


 Había un hospital antiguo y abandonado en las afueras de la ciudad. La gente decía que estaba maldito, que las almas atormentadas de los pacientes fallecidos aún vagaban por sus pasillos. Nadie se atrevía a entrar allí después del anochecer. Un día, **María**, una joven enfermera, necesitaba dinero desesperadamente. Había oído rumores sobre el hospital y su historia trágica, pero decidió ignorarlos. Aceptó un trabajo nocturno en el lugar, pensando que sería una oportunidad fácil para ganar algo de efectivo extra. 

 Cuando llegó al hospital, la atmósfera era opresiva. Las luces parpadeaban, y el aire olía a desinfectante rancio. María se dirigió a la planta baja, donde se encontraba la sala de emergencias. Las camillas estaban cubiertas de polvo, y las máquinas médicas yacían en silencio. A medida que avanzaba por los pasillos, escuchó susurros. Voces apagadas que parecían provenir de las habitaciones vacías. Pero cuando abría las puertas, no había nadie allí. Solo camas deshechas y sillas volcadas. La noche se volvió más inquietante. Las luces parpadeaban con más frecuencia, y los pasillos parecían alargarse. María comenzó a sentir que alguien la seguía. Cada vez que se daba la vuelta, no veía a nadie, pero sentía una presencia fría y amenazante. Finalmente, llegó a la planta superior, donde se encontraban las habitaciones de los pacientes. Una puerta estaba entreabierta, y María decidió entrar. La habitación estaba helada, y en la cama yacía una figura pálida y demacrada. Era un anciano con los ojos vidriosos. "¿Quién eres?", preguntó María, temblando. El anciano sonrió con tristeza. "Soy **Samuel**. Morí aquí hace muchos años. Mi familia nunca vino a buscarme". María sintió un escalofrío. "¿Por qué sigues aquí?" Samuel señaló la ventana. Afuera, en el patio, había una tumba solitaria. "Mi cuerpo está enterrado allí. Pero mi alma no puede descansar. No puedo encontrar la paz". María sintió lágrimas en sus ojos. "¿Qué puedo hacer por ti?" Samuel extendió una mano huesuda. "Llévame a mi tumba. Permíteme descansar en paz". María asintió y ayudó al anciano a levantarse. Juntos, caminaron por los pasillos oscuros hasta el patio. La luna brillaba sobre la tumba solitaria. Samuel se arrodilló y suspiró. "Gracias", dijo. "Ahora puedo descansar". María observó mientras el espíritu de Samuel se desvanecía en la noche. El hospital parecía más tranquilo ahora. Las luces dejaron de parpadear, y los susurros cesaron. Desde entonces, María visitaba la tumba de Samuel todas las noches. Se convirtió en la guardiana del hospital, ayudando a las almas perdidas a encontrar la paz. Pero siempre recordaba las palabras de Samuel: "Nunca ignores el pasado. Algunas historias deben ser contadas".



TUMBA DE LA PRINCESA DIANA